lunes, enero 15, 2007

Más allá de la desobediencia

La desobediencia puede volverse tan voluntaria como involuntaria.

Paseaba con dante, un niño de ocho años, que había conocido por casualidad como ya tengo cierta afinidad - tengo intuición para " ponerme y reponerme"- en el juego que mescla futbol y una especie de persuación verbal entre gentes de edades y condiciónes curiosamente variables como se da en esos lugares raros como islas la ciudad.

Pues bien, estabamos en una cierrta caminata y pláticada de "golpes rápidos" hablando de música y percutiendo algunos objetos pequeños que iban a ser unidos con un hilo para ser puesto en alguno de los cuellos.

Su familia estaba cerca, pero al parcer era compañia para el trayecto.


-No me obedeciste- dijo la madre
-Sólo llegúe, ma-
ya sé que querías andar por allí.

-sólo saber que sentías-

-Pues haz lo que digo-

pero quiero que tu digas lo que hice,
que conoci a este -¿ cómo se llama?

Ya sé que algo preguntarías -obvio-


-Mucho gusto, Señora-

Repliqué.


Me pregunto, cuando veo un desconocido reflejado en el agua de una fuente que había por allí:

Para obedecer hay que atender a lo que pasa, para no obedecer de modo verdadero, impredescible hay que atender a lo que hemos creado.